PASTORAL DE LA salud
--------------------------------------------------------------------------CRISTO
ES
En
En el AT, Dios es el salvador
por excelencia; el que da la salud al pueblo, el que lo libra de las
dificultades y de sus opresores; el que ayuda a salir vencedor en el peligro,
en la batalla, el que acude a librar a su pueblo. Así, Dios-salvador se
manifiesta en la salida de Israel de Egipto, en la victoria sobre los
filisteos, en el regreso de Babilonia como un nuevo éxodo. Los profetas
hablarán más tarde de un concepto de salud escatológica, es decir, una
salvación definitiva que superará a la salud histórica y que será obtenida para
todos por el Mesías. Esa salvación se ligará, pues, al concepto de vida-eterna.
Esta salvación está relacionada con la idea de esperanza de felicidad futura
del pueblo y de cada uno. Esperanza humana y salvación de Dios van a ir,
entonces, de la mano en orden a una misma meta. La presencia de Dios se
identifica con presencia protectora, con salud, con salvación; la asusencia de
Dios es peligro, es muerte. Dios es fuente de salud porque se le pide que les
libre de la enfermedad o de otras desgracias, consecuencia de los pecados. Por
esta razón, en la concepción de Israel, la salud supone el perdón de los
pecados. De esta manera, el concepto de salud se espiritualiza y deriva más
hacia el contenido de salvación de los pecados.
Cristo es quien realiza la
esperanza de salvación alimentada en el Antiguo Testamento. Los autores del
Nuevo Testamento presentan a Jesús de Nazaret como el que va a traer la
salvación y la salud definitiva ofrecidas por Dios mediante los profetas. Así
interpretan su muerte en la cruz y su resurrección. Cristo vence a la muerte y
con ella al pecado, devolviéndonos, así, la salud y obteniendo para nosotros la
salvación. Aunque esa esperanza de felicidad definitiva se reserve para la vida
del cielo, sin embargo, Jesús nos la garantiza y sabemos que en Él es ya una
realidad. Para nosotros continúa siendo una esperanza que Dios nos concede por
puro don suyo a través de Jesús.
Las palabras y las acciones de
Jesús en su vida pública son palabras y acciones salvadoras. Sus milagros son
signos de la salvación que Dios nos trae en Él. Y buena parte de esos milagros
son sanaciones de personas enfermas. Las curaciones y resucitaciones que Jesús
realiza son signo y prefiguración de la salud definitiva y de la superación de
la muerte (vida eterna) que nos traerá con su muerte y resurrección.
La teología de San Juan
introduce el concepto de salud aplicado a la cruz cuando en el capítulo 3, en
el diálogo de Jesús con Nicodemo, Jesús proclama: Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene
que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida
eterna. La referencia es a Números 21, 4ss.
en que una serpiente elevada a modo de estandarte sirve de sanación y de salud a
los mordidos por serpientes en el desierto. El paralelismo es claro: De la
misma manera que quien contemplaba el estandarte de Moisés obtenía la curación
y la salud, el que crea en Cristo muerto en la cruz para la obra de la
redención obtendrá la salud, la salvación, la vida eterna.
Aun así y todo, no es lo mismo
meditar en todo esto desde la posesión de una salud buena que hacerlo desde la
enfermedad. El enfermo se identifica mejor con el Cristo de la pasión, con el
Cristo de la cruz. El sano habla más del términmo "salvación" aunque
le sea más difícil de comprender. Para la persona enferma el término
"salud" adquiere un sentido mucho más vital. Esa salud es el
contenido de una esperanza que afecta a la totalidad de la persona y que puede
liberarla de la "humillación" que sufre desde su discapacidad o desde
su postración. Es la forma de superar su debilidad. Definitivamente, los
términos "salud" y "salvación" los comprende mejor el
enfermo, porque él sí que siente la necesidad de sentirse salvado.
---------------------THALITHAQUMI-------------------------
Zaragoza, octubre 2002